RESUMEN:
La interpretación que propone Ernest Mandel de la teoría de
las ondas largas brinda un esquema analítico para investigar la
etapa actual del capitalismo. Su explicación subraya la
influencia predominante de la tasa de ganancia de largo plazo en
estos acontecimientos, el origen extraeconómico de los períodos
ascendentes y la gravitación de las contradicciones internas de
la acumulación en las fases declinantes.
Su
enfoque es afín a la tradición de periodización histórica
del capitalismo inagurada por Lenin y no a la tesis de ciclos
regulares y sucesivos que plantearon Kondratieff y Schumpeter.
Puntualiza una distinción cualitativa entre el ciclo y la onda
y su principal originalidad es la conexión que establece entre
la teoría del valor y los extensos períodos de contracción y
expansión económica. Atribuye a la lucha de clases un papel
explicativo central de estos procesos en polémica con las
interpretaciones institucionalistas y hegemonistas, aunque no
logra formular una demostración satisfactoria de la lógica
periódica de este entrecruzamiento. Su enfoque incluye una teoría
original de las revoluciones tecnológicas, que reformula la
concepción shcumpeteriana en función de la dinámica objetiva
del proceso de valorización. Propone, además, una crítica al
estancacionismo destacando que la dinámica del capitalismo es
incompatible con la paralización de las fuerzas productivas.
Mandel
aplica un determinismo histórico-social basado en el
materialismo histórico que opuesto al análisis puramente estadístico,
habitualmente utilizado para corroborar o desmentir empíricamente
la existencia de las ondas largas. El interés actual de esta
problemática surge de la eventualidad de una cuarta etapa del
capitalismo al comienzo del nuevo siglo. Y en este plano se
requieren desarrollar hipótesis que Mandel no llegó a
concebir.
Ernest
Mandel y la teoría de las ondas largas.
La
teoría de las ondas largas brinda una explicación de los
procesos de crecimiento y depresión de largo plazo en la
historia del capitalismo. Fue inicialmente concebida por autores
marxistas para estudiar el auge económico que concluyó en 1914
y luego retomada por el investigador ruso Kondratieff y por el
economista austríaco Schumpeter para analizar la extensa crisis
de entreguerra. Posteriormente, varios pensadores utilizaron
esta concepción para indagar el surgimiento y el agotamiento
del ¨boom de posguerra¨ y en la actualidad, la teoría sirva
para abordar el interrogante central de la etapa: ¿ Perdura la
crisis iniciada a mediados de los 70 o -por el contrario- ha
comenzado una fase de recuperación económica internacional ?
El
replanteo marxista contemporáneo más importante del problema
de las ondas largas fue realizado por Ernest Mandel. Su esquema
analítico tuvo gran impacto, tanto en el ámbito académico cómo
en el campo político. Revisar su original interpretación -
comparándola con otras y despejando frecuentes incomprensiones-
permite abrir un juicio general sobre esta teoría, delimitando
las líneas promisorias de las pistas falsas de esta investigación.
En
nuestra opinión, Mandel presenta un análisis de las etapas del
capitalismo que toma en cuenta principalmente la acción de la
ley del valor en el largo plazo. Su enfoque asigna primacía a
la lucha de clases en la explicación de los acontecimientos
históricos cruciales y contiene una interpretación de las
revoluciones tecnológicas, basada en el reconocimiento de la
dinámica discontinua del proceso de innovación. Plantéa una
concepción de la acumulación y de la crisis radicalmente
opuesta al estancacionismo y aplica un determinismo histórico-social
sustentado en el materialismo histórico. El tema más
controvertido es cómo utilizar este modelo para el diagnóstico
de la fase actual del capitalismo.
La
interpretación "exógeno-endógena"
Mandel
desarrolló su concepción de las ondas largas una vez concluido
su primer texto significativo de economía en 1960-621. Pretendía
caracterizar el período abierto con la fase de crecimiento de
posguerra, que denominó ¨neocapitalismo¨ en 19642 y ¨capitalismo
tardío¨ en su libro más importante de 19723 . Su interés
inicial por las causas de la prosperidad se desplazó hacia los
motivos de la declinación de esta fase, cuando corroboró su
pronóstico del agotamiento del ¨boom¨. En 1978 analizó los
rasgos concretos de esta crisis4 y en 1979-80 conceptualizó su
alcance en un texto especialmente dedicado al estudio de las
ondas largas, que incluye una diferenciación polémica con
otras caracterizaciones del fenómeno5. En 1993 -poco antes de
morir- realizó una nueva edición de este libro6, ratificando
su interpretación a la luz de la nueva bibliografía aparecida
sobre el tema. En esta revisión subrayó dos aspectos: la
ausencia de cualquier automaticidad en el pasaje de una fase a
otra y la continuidad de la etapa de crisis iniciada a mitad de
los 70.
Mandel rescató
el origen marxista de los primeros estudios de las ondas largas
para remarcar la afinidad de esta problemática con la atención
que puso Marx en la historicidad del capitalismo. También
analizó detenidamente el principal debate sobre el tema que se
desarrolló en el naciente estado soviético y presentó su
concepción como una extensión de la postura que adoptó
Trotsky frente a Kondratieff en estas discusiones.
Kondratieff
7 había recopilado evidencias empíricas para demostrar la
existencia de sucesivos ciclos económicos expansivos y
contractivos de 25 años, que explicaba como un efecto del
tiempo de maduración de las grandes inversiones. Sus
partidarios subrayaban la consistencia de estos indicadores y la
compatibilidad de este enfoque con la teoría del ciclo de Marx,
mientras que sus críticos puntualizaban la fragilidad empírica
del plantéo y su familiaridad con la concepción marshaliana
del equilibrio8 .
La
hipótesis de Trotsky9 fue diferente: no aceptó ni tampoco
desechó la tesis de Kondratieff y sólo indicó que períodos
largos de auge y declinación económica debían estudiarse como
¨curvas del desarrollo capitalista¨. Por eso diagramó un
esquema tentativo de estas fases y aclaró que la teoría del
ciclo no servía de explicación, porque en los procesos de
larga duración influyen decisivamente acontecimientos sociales
e históricos de gran envergadura, como por ejemplo, las
guerras, los inventos o los descubrimientos de oro.
Mandel
hizo suya no sólo esta sugerencia metodológica de Trotsky,
sino también la utilización política de esta concepción como
un fundamento de la estrategia socialista.
Considera
que las ondas largas constituyen períodos históricos
cualitativamente diferenciados y correspondientes a las etapas
librecambista, monopólica y tardía del capitalismo. Por eso,
aunque acepta la existencia de una relación empírica de cierta
regularidad entre fases de ascenso y descenso no las considera cómo
un promedio estadístico estricto. Presenta diversos estudios
historiográficos como prueba de la existencia de estos períodos
y estima que deben medirse priorizando el comportamiento de la
producción y la productividad y correlacionando estos datos con
la evolución de otros indicadores (como el uso de la energía,
las tendencias de los precios y del costo del dinero).
Mandel
conecta la dinámica de las ondas largas con el surgimiento y la
estabilización de las revoluciones tecnológicas, destacando
que las etapas de ascenso (1848-73, 1893-1913, 1940-67)
coinciden con la introducción de innovaciones radicales en la
actividad productiva, mientras que en los períodos económicos
declinantes se difunden nuevas formas de organización del
trabajo y se prepara la próxima oleada de innovaciones.
Mandel
distingue su interpretación de las cuatro explicaciones más
corrientes. La ¨tesis tecnologista¨, que atribuye el auge y la
decadencia de cada onda a la aparición y generalización
sucesivas de nuevas tecnologías, la ¨tesis hegemonista¨ que
asocia estas fases con cambios de liderazgo internacional entre
las potencias dominantes, la ¨tesis endogenista¨ que pone el
acento en los procesos cíclicos de valorización y
desvalorización del capital y la ¨tesis institucionalista¨
que subraya el papel determinante de las estructuras político-sociales.
Integrando
a su enfoque los elementos aportados por todas estas vertientes,
Mandel postula que el secreto de las ondas está en la evolución
de la tasa de ganancia de largo plazo, porque estima que el
epicentro del sistema capitalista está en el proceso de
valorización. Presenta datos del comportamiento de la tasa de
interés en períodos prolongados cómo índices representativos
de la tasa de beneficio, distinguiendo el carácter de esta última
variable en el corto y en el largo plazo. Mientras que en el
primer caso, la tasa de beneficio oscila con el movimiento
valorizante y desvalorizante que genera la propia dinámica de
la acumulación, en el segundo caso el comportamiento de la tasa
de ganancia está decisivamente influenciado por grandes
acontecimientos político-sociales, que imprimen un signo
positivo o negativo al ¨clima general¨ de los negocios y la
inversión.
Mandel
estima que las tasas de ganancia de largo plazo tienen
incorporadas a sus equivalentes de corto plazo de la misma forma
que las ondas incluyen a los denominados ciclos medios Juglar.
Una larga expansión presupone fases de auge sostenido y
recesiones espaciadas y viceversa. En el corto plazo las tasas
de beneficio generan cortes descendentes más profundos en el
nivel de actividad en las ondas declinantes y picos más
elevados en las fases de auge.
Luego
de asignarle un papel crucial a la tasa de ganancia de largo
plazo y subrayar su condicionante extra-económico, Mandel
localiza esta última determinación en el desenlace de la lucha
de clases. Destaca que cuando la clase capitalista logra
estabilizar su dominio mediante derrotas significativas de la
clase trabajadora reaparece la ¨confianza¨ y se crea el marco
adecuado para el inicio de largos períodos de crecimiento. En
la literatura económica se denominan ¨shocks sistémicos¨ a
estos cambios en el contexto políticosocial, que los marxistas
interpretan como resultantes de la confrontación clasista.
En
su revisión de 1993, Mandel introdujo el concepto ¨ciclo de la
lucha de clases¨ para ilustrar cual es la relación histórica
que existe entre las etapas de evolución económica y los
ascensos-reflujos de la lucha social. Destacó la interacción
entre ambos procesos, pero subrayando que la lucha de clases
tiene una dinámica autónoma más relacionada con la tradición
político-sindical de la clase trabajadora, que con el rumbo de
la actividad económica.
Mandel
utilizó el término ¨exógeno¨ para definir este impacto político-social
determinante de la lucha de clases y denominó ¨endógenos¨ a
los elementos económicos internos de las ondas, precisando
cuales son las variables centrales de este ùltimo proceso
(composición orgánica, distribución del capital en fijo y
circulante, tasa de plusvalía, tasa de acumulación, rotación
del capital y relaciones entre el sector I y II).
Para
Mandel cada onda larga se explica por una combinación singular
y una función diferente de los procesos endógenos y exógenos.
Considera que el orígen del ascenso es exógeno y el
determinante del descenso es endógeno, afirmando que sólo
grandes desenlaces en la lucha de clases favorables a la burguesía
pueden impulsarla a comandar procesos de crecimiento de largo
plazo, mientras que la maduración de los desequilibrios de la
acumulación agotan internamente a estas etapas. En el ejemplo
de la ùltima oleada ascendente describe cómo la secuela del
fascismo en Alemania, el freno de la revolución en Europa o el
maccartismo en Estados Unidos desencadenaron exógenamente el ¨boom¨
de posguerra. En cambio destaca que el incremento de la
composición orgánica del capital, las dificultades para
continuar incrementando la velocidad de rotación del capital,
el fin de la baratura de las materias primas, los límites al
aumento de la tasa de plusvalía y el encarecimiento del capital
constante fueron determinantes del agotamiento endógeno de esta
fase.
Con
esta interpretación, Mandel elaboró una construcción analítica
completa de las ondas largas que deslumbra por su intención de
totalidad, la complejidad de los elementos considerados y la
diversidad de los matices. Pero esta multidimensionalidad del
plantéo también indujo a diversas distorsiones en la evaluación
de su enfoque.
Teoría
de las etapas del capitalismo
La
principal incomprensión del enfoque de Mandel proviene de los
críticos10 que identificaron su concepción con la de
Kondratieff , interpretándola como una teoría ¨automática y
mecanicista¨ o cómo una visión juistificadora de la ¨regeneración
periódica del capitalismo¨12 .
Frente
a estas acusaciones, Mandel respondió que su enfoque de los ¨períodos
históricos diferenciados¨ se limitaba a caracterizar la
existencia de fases cualitativamente distintas del capitalismo,
sin postular una repetición indefinida cada 50 años, ni
tampoco una sucesión inexorable de fases ascendentes y
descendentes. Mandel era un activo militante socialista,
rechazaba la perpetuación del capitalismo y consideraba que la
permanencia de las ondas largas durante el siglo XX era
consecuencia de la regresión del proyecto socialista y no un
simple efecto de la dinámica del capitalismo. Y estimaba que
estas fases persistirían en el futuro, mientras que el
socialismo no lograra éxitos emancipatorios definitivos a
escala internacional. Para Mandel el orígen marxista de la teoría
-que otros investigadores13 confirmaron- era un dato indicativo
del carácter potencialmente revulsivo de esta concepción para
la economía burguesa.
Muchos
críticos pierden de vista que Mandel simplemente perfeccionó
la teoría marxista clásica de las etapas del capitalismo que
propició Lenin. Este es el centro de su enfoque, como
acertadamente destaca McDonough14 al recordar que el problema de
las ¨fases periodizantes¨ no apareció con Marx, sino durante
la recuperación económica que sucedió a la larga depresión
de 1873-96. Al caracterizar este período Bernstein afirmaba que
las crisis tendían a desaparecer como consecuencia del nuevo
funcionamiento monopólico, mientras que Kautsky afirmaba que la
¨tendencia a la depresión crónica¨ se mantenía inalterable.
En cambio Lenin -junto a Hilferding y Bujarin- introdujo la
caracterización novedosa de una nueva fase imperialista y esta
nueva delimitación del capitalismo en etapas quedó incorporada
a todo el pensamiento marxista posterior.
La
tesis de Mandel constituye una variante de esta herencia, pero
aplicada a dilucidar los rasgos centrales de la nueva fase de
posguerra. Recurre a un procedimiento análogo al utilizado por
los teóricos del imperialismo, que caracterizaron la etapa
precedente resaltando el dominio del capital financiero (Lenin),
el choque entre la nacionalización e internacionalización del
capital (Bujarin), el agotamiento de la expansión territorial
(Luxemburgo) o las nuevas formas de regulación monopólica
(Hilferding).
Mandel
amplía estos criterios al periodizar la historia del
capitalismo combinando leyes de acumulación (¨endógenas¨)
con desenlaces de la lucha de clases (¨exógenos¨). Su enfoque
es más integral que otras conceptualizaciones marxistas del
problema de las etapas del capitalismo que sólo toman en cuenta
el tipo de plusvalía extraída (absoluta en la acumulación
extensiva y relativa en la intensiva), la modalidad predominante
del capital (financiero, industrial, comercial), la forma del
proceso de trabajo (taylorista, fordista, toyotista), el tipo de
competencia prevaleciente (libre cambio, monopolio, regulación
pública) o las peculiaridades de la intervención estatal
(liberalismo, keynesianismo, neoliberalismo). La tesis de Mandel
no es una exótica implantación de categorías de Kondratieff,
sino una forma de sintetizar jeraráquicamente cada una de estas
características en una teoría unitaria de las fases del
sistema social dominante desde el siglo XIX .
La
caracterización de las ondas largas constituye un fundamemto teórico
de su visión de la tercer etapa (tardía) del capitalismo.
Compartió la conceptualización de este nuevo período con
otros teóricos marxistas de las ondas largas (Boccará,
Fontvielle, Rasselet) y con autores que prescindieron de este
recurso conceptual (Sweezy, Dumenil).
El
terreno analítico de Mandel es comùn a todos estos autores
-que reactualizaron la teoría clásica del imperialismo- y no a
las distintas vertientes continuadoras de Kondratieff y
Schumpeter.
Lo
verdaderamente original de Mandel es su desarrollo de la intuición
que formuló Trotsky sobre las ¨curvas de desarrollo
capitalista¨. Quiénes caracterizan que realiza una inadmisible
mixtura ¨ecléctica¨ entre esta hipótesis y el esquema de
Kondratieff15 no comprenden el sentido de la discusión que se
desarrolló en la ex-URSS. Trotsky no objetó la existencia de
las ondas largas, sino su interpretación como simples ciclos de
largo plazo resultantes de la dinámica interna de la acumulación.
Planteó que las guerras, las revoluciones o los descubrimientos
naturales eran desencadenantes de las curvas ascendentes y
Mandel completó esta reflexión, teorizándo la dinámica
contemporánea de estos ¨impactos exógenos¨ en la configuración
de las etapas del capitalismo.
La
gravitación de la teoría del valor
La
peculiaridad del enfoque de Mandel es la relación que establece
entre las ondas largas y la teoría del valor. Siguiendo a Rubín
interpretó que esta última concepción explica el
funcionamiento del capitalismo y no sólo el origen del
beneficio en la explotación o el sustento teórico de los
precios en el valor16. Las conexiones entre las tasas de plusvalía,
el nivel de la acumulación o la composición orgánica del
capital con las fases de crecimiento o declinación de largo
plazo que establece Mandel, derivan de esta interpretación
abarcativa de la ley del valor. Su análisis de cada período
histórico del capitalismo como etapas diferenciadas por la
forma que adoptan las transferencias de valor -entre regiones en
el libre cambio, entre países en el imperialismo y entre
sectores en el capitalismo tardío- surge también de su teoría
del valor.
Mandel17
incluso evaluó que su principal contribución al pensamiento
económico marxista radicaba en la clarificación de esta relación
y un comentarista18 -que no comparte su punto de vista-
igualmente concuerda en destacar que esta vinculación entre la
teoría del valor y las ondas largas es el rasgo original de su
interpretación.
Mandel
introduce la teoría del valor en tres planos. Primero cómo
explicación última de los desequilibrios del capitalismo, en
tanto sistema carente de planificación y regulado por la
asignación ex post de los recursos, luego cómo interpretación
de la adaptación del movimiento de los precios a la evolución
de los valores, es decir al tiempo socialmente necesario para la
producción de las distintas mercancías en cada fase del ciclo
y finalmente cómo fundamento de los componentes ¨endógenos¨
de las ondas largas.
El
primer nivel de análisis esclarece el funcionamiento del
capitalismo en el plano más abstracto y en esa medida esta
explicación constituye el basamento más general de su visión
de las ondas largas. El segundo plano apunta a establecer las
diferencias entre el ciclo y la onda, destacando que las
fluctuaciones periódicas están totalmente gobernadas por la lógica
de premios y castigos, que la ley del valor impone a las
empresas que respectivamente economizan y derrochan trabajo
social. En el tercer nivel explica cómo en las ondas esta
regulación es diferente, tanto por el carácter extraeconómico
de los impulsos a la prosperidad, cómo por la intervención
prioritaria de ciertas variables -cómo la composición orgánica-
que inciden en el largo plazo. Esta inter-relación entre el
movimiento fluctuante continuado de los ciclos y su perfil
predominantemente ascendente en la fase próspera de la onda y
descendente en el período opuesto es un importante aporte de
Mandel.
En
este tercer nivel de análisis, el teórico marxista también
destacó la centralidad de la tasa de ganancia de corto plazo en
el ciclo y de largo plazo en la onda. En este plano contribuyó
a esclarecer que la tendencia decreciente de la tasa de ganancia
no tiene un carácter secular, ni puramente rectilíneo. Algunos
autores, como Carchedi19, analizaron posteriormente más
detalladamente esta misma relación y otros como Shaik20,
introdujeron una imporatnte discusión al opinar que la variable
oscilante de la onda no es la tasa, sino la masa de ganancia.
La
distinción entre el ciclo y la onda que planteó Mandel es
cualitativa y no meramente terminológica. Implica que las
etapas históricas del capitalismo no están conformadas por ¨ciclos
largos¨, como piensan los partidarios de la corriente marxista
de la regulación sistémica. Autores de esta escuela
endogenista, como Boccará21, presentan una concepción muy
integral de las ondas -correlacionando variados elementos demográficos,
económicos, tecnológicos, monetarios y organizacionales- pero
caracterizando que operan cíclicamente como consecuencia de su
dependencia de fases de valorización y desvalorización del
capital. También Rasselet22 defiende esta repetitividad, al
vincular cada ¨ciclo largo¨ con una forma predomiante de
competencia (simple, desarrollada, monopólica-simple, monopólica
de estado). Y Fontevielle23 argumenta que su previsible
periodicidad surge del papel regulador que ejerce la tasa de
ganancia.
Mandel
objeta acertadamente que en esta visión se extrapolan las
características del ciclo a las ondas, omitiendo las
diferencias entre un proceso más regido por la lógica espontánea
de la acumulación y otro más guiado por las circunstancias político-sociales
que signan a un período histórico. Esta fue la crítica de
Trotsky a Kondratief y subraya que el proceso de revalorización-desvalorización
del capital no se desenvuelve en el largo plazo con la
regularidad pronosticable del ciclo.
El
principal problema de identificar los ciclos con las ondas
radica en el cambio de perspectiva analítica que establece para
el estudio de estas fases. En lugar de investigar las
condiciones de su posibilidad se tiende a presagiar su
auto-repetición en márgenes definidos de tiempo. En vez de
investigar la presencia del fenómeno en el pasado y postular su
eventualidad futura como ¨movimientos largos¨ (una denominación
adecuada que utiliza De Bernis24) se analizan ciclos que operan
con la misma periodicidad en el corto y en el largo plazo.
Pero
un error inverso a esta interpretación mecanicista es el
rechazo frontal de las ondas, argumentando que en el capitalismo
contemporáneo todas las fluctuaciones de la economía son
resultantes de la instrumentación de políticas
gubernamentales. Aunque esta observación es típicamente
keynesiana, algunos autores como Mattick y Perez Izquierdo la
aceptan presentándolas como expresión de la inestabilidad
estructural -y no del carácter controlable- del capitalismo
actual. Pero si las ondas largas no existen porque cualquier
tipo de ciclo ha cesado de actuar y es por ello manejable (o
incontrolable) con instrumentos fiscales e impositivos: ¿ A qué
se debe la perdurabilidad y periodicidad -tan comprobada en
distintos estudios- de estas fluctuaciones ? ¿ A qué obedece
la preocupación de los economistas por anticiparse a los
ciclos, estimulando o enfriando la actividad económica ?
Mandel
se opone correctamente a esta crítica de las ondas, subrayando
que esta objeción ignora las raíces objetivas del cíclo en la
actividad productiva capitalista y su dependencia de los
desequilibrios que impone la ley del valor. Además, destaca en
una interpretación que propuso -primero en 19601 y luego en
197626- que en cada fase del ciclo la adaptación de los precios
a las productividades sigue el movimiento de los valores y su
determinación por el tiempo socialmente necesario para la
producción de las mercancías.
Por
otra parte, Mandel contrapone la duración imprevisible de las
ondas a la temporalidad relativamente calculable del ciclo,
definida por el período predominante de renovación del capital
fijo en cada etapa del capitalismo. En un primer texto2, Mandel
consideró que esta duración se había reducido de 8-10 años
en el siglo XIX a 4-5 años en la posguerra, como consecuencia
de la aceleración de la innovación y el acortamiento del lapso
que media entre el descubrimiento y la aplicación de nuevas
tecnologías y atribuyó este achicamiento a la ¨carrera
armamentista¨.
Pero
en los ensayos posteriores25 que dedicó al origen de la teoría
del ciclo en Marx y a su desarrollo en ¨EL Capital¨26 no
profundizó esta línea de análisis.Y en un artículo póstumo17
sólo destaca que el carácter cíclico de la producción es una
ley del capitalismo, sin detallar cual es la temporalidad
contemporánea de estas fluctuaciones. En este tema, Mandel
compartió la indefinición que parece dominar en toda teoría
económica27 .
Una
teoría de la lucha de clases.
La
atención que pone Mandel en la lucha de clases cómo proceso
determinante del giro hacia una onda larga ascendente y cómo
elemento de la crisis de las fases descendentes contrasta con la
interpretación institucionalista. Aunque este enfoque también
asigna gran importancia a los acontecimientos político-sociales
focaliza sus resultados en los cambios institucionales y no en
la confrontación clasista.
Para
Gordon28 la consolidación y decadencia previa de las ¨estructuras
sociales de acumulación¨ definen el signo de las ondas y las
¨variables sociales¨ explican los cambios operados en cada
fase en mayor medida que cualquier otro proceso. Considera29 que
el éxito del ¨boom de posguerra¨ obedeció a los acuerdo del
¨capital con el trabajo¨ y del ¨ciudadano con el estado¨, al
afianzamiento de formas empresarias corporativas y al marco
internacional consagratorio de la hegemonía norteamericana y
plantéa que la erosión posterior de estos pilares desembocó
en la crisis.
Estas
tesis tienen muchos puntos de contacto con el razonamiento de
Mandel, pero son más afines a la caracterización de los ¨radicals¨
norteamericanos, que enfatizan la determinación institucional
del capitalismo estadounidense y atribuyen sus peculiaridades a
la segmentación (racial, sexual, generacional) del mercado de
trabajo30. Este enfoque es muy semejante al propuesto por la
teoría de la regulación31, aunque en el tema de las ondas
largas existe una importante controversia con muchos autores de
esta última corriente francesa32 .
El
plantéo institucionalista presenta dos divergencias metodológicas
con el enfoque de Mandel: la sustitución de la teoría del
valor por las ¨categorías intermedias¨ (por ejemplo, ¨estructuras
sociales de acumulación¨ equivalentes al concepto
regulacionista de ¨régimen de acumulación¨)33 en la
explicación central de las ondas largas y el cuestionamiento de
la distinción ¨exógeno-endógena¨ como cirterio de análisis34.
Mandel respondió destacando que la atención institucionalista
por los hechos político-sociales es insuficiente, porque
conduce a presentar la sucesión de ¨estructura social de
acumulación¨ como procesos tan continuados y endógenos como
los postulados por Kondratieff.
Pero
en realidad la principal discrepancia se ubica en la definición
del elemento rector del signo de la etapa. Para Mandel, las
denominadas ¨estructuras sociales de acumulación¨ cumplen una
función de dominación de clase y cambian en relacion con los
resultados (es decir, con la correlación de fuerzas) que
emergen de la lucha de clases.
Acepta
-como dice Rowthorn35 -que la burguesía no domina mediante
actos repentinos de opresión, sino a través de la paulatina
construcción de mecanismos de poder. Pero destaca que este tipo
de instituciones se erige a partir de los desenlaces de la
confrontación clasista.
Gunder
Frank36 se equivoca cuando afirma que por ¨su ideología
trotskista¨, Mandel introduce artificial e innecesariamente la
lucha de clases en las ondas largas. Al contrario, al incorporar
este enfrentamiento social en el análsis el teórico del
capitalismo tardío evita la fetichización de las
instituciones, cómo si fueran entes rectores de la vida social
surgidos de la natural convivencia humana.
Mandel
subraya que todas las estructuras en que se apoyó el
crecimiento de posguerra -desde FMI hasta el ¨estado de
bienestar¨- tienen sus raíces en la remodelación de formas de
dominación de la clase capitalista y destaca que la lucha de
clases es el eje de la tensión que reocorre a la sociedad
contemporánea. Este conflicto impide que parámetros evolutivos
-cómo, por ejemplo, ¨el desarrollo de los hombres¨ a través
de su calificación educativa- puedan operar como patrones
centrales de las ondas largas, como ha sugerido recientemente
Fontivielle37.
Pero
el principal problema del enfoque institucionalista no es tanto
la atención que pone en el papel de las instituciones en la
historia de las ondas largas, como su propósito de reemplazar
con este análisis el estudio de las leyes del capital. La tesis
institucionalista ignora la tasa de plusvalía, la composición
orgánica o cualquier variable económica objetiva derivada de
la teoría del valor. Y esta omisión le impide aclarar porqué
ciertas fases estructurales de crecimiento perduran y otras
abortan.
La
centralidad que Mandel atribuye a la lucha de clases implica,
por otra parte, un abordaje de ¨historia por abajo¨ opuesto a
la ¨historia por arriba¨, que propone la interpretación
hegemonista. Cuando Arrighi38 asocia el ascenso de cada onda
larga a un desenlace de rivalidades entre potencias y el
descenso al ocaso de un liderazgo internacional, su foco de
atención está exclusivamente centrado en los conflictos entre
clases dominantes. Por eso su teoría de los ¨ciclos sistémicos
de acumulación¨ vincula principalmente fases de expansión
productiva y de crisis financiera de la historia con el dominio
mundial de sucesivas potencias (Genova, Holanda, Inglaterra,
Estados Unidos)39.
Este
esquema inspirado en Braudel ha sido objetado por su tendencia a
desplazar el análisis de la producción hacia aspectos
financiero-mercantiles y por su desatención de las raíces económicas
objetivas que explican el éxito y la decadencia de cada
potencia.40.
También
Mandel critica esta unilateralidad, pero su cuestionamiento pone
de relieve cómo el desenlace de las rivalidades
inter-imperialistas está conectado con la lucha de clases entre
oprimidos y opresores a escala internacional. Conceptualiza de
qué forma los episodios centrales de esta confrontación (por
ejemplo, la revolución rusa, el fascismo aleman o la guerra de
España) tuvieron un impacto estratégico definitorio en la política
internacional.
Mandel
aceptó otras correlaciones que más recientemente se han
planteado entre los signos de las ondas y la evolución de la
demanda efectiva, los flujos migratorios internacionales o la
tendencia de los procesos bélicos, educativos41 y de consumo42.
Pero siempre mantuvo la primacía explicativa asignada a la
lucha de clases.
En
su revisión de 1993, el teórico marxista intentó precisar cómo
influyen exactamente los ¨impactos exógenos¨ sobre las ondas,
recurriendo a un nuevo concepto: el ¨ciclo de la lucha de
clases¨, entendido como fases autónomas de intensificación y
decrecimiento de las luchas sociales y de la acción
revolucionaria de las masas. Ilustró con un gráfico de la
historia europea la forma en que la curva de estos
acontecimientos se intersecta con el diagrama de las ondas
largas.
Esta
tesis tiene puntos de contacto con la teoría de los ¨ciclos de
insurgencia¨, que describe cómo cuatro procesos de rebelión
popular actuaron de puntos de inflexión de fases Kondratieff43.
Pero Mandel cuestionó el carácter ¨voluntarista y fatalista¨
de esta interpretación, que asocia el ascenso económico con la
cohesión social de la clase obrera y la obtención de
conquistas y el período opuesto con el debilitamiento de las
organizaciones populares y la declinación de la militancia. Su
tesis del ¨ciclo de la lucha de clases¨ también se asemeja a
los trabajos que han desarrollado los investigadores del ¨labour
unrest¨44, para elaborar índices cualitativos de la
resistencia de los trabajadores y analizar su efecto en la
historia contemporánea. Pero estos estudios encuentran
correlaciones de las luchas populares con las guerras por la
hegemonía internacional de las grandes potencias y no
conexiones con procesos de crecimiento y declinación económicos.
Mandel
destaca que la lucha de clases opera como una ¨variable
parcialmente autónoma¨ y dependiente del nivel de militancia y
tradición político-sindical de la clase obrera gestado en la
fase precedente. Señala que este proceso dá lugar a ciclos que
se desenvuelven de manera desincronizada con el movimiento de la
economía, aunque codeterminando los puntos de inflexión de las
ondas largas. Pero aunque este esquema analítico es
potencialmente fértil, todavía esta muy lejos de haber
demostrado su consistencia lógica y empírica.
Este
último balance traza Bensaid45, cuando señala que no se ha
probado de qué forma un elemento tan indeterminado como la
evolución de la lucha de clases desencadena ondas largas históricamente
sucesivas. También Husson46, que encuentra fuertes evidencias
de estas fases para el capitalismo francés, destaca que la
explicación fundada en la periodicidad de la lucha de clases no
es completamente satisfactoria.
En
realidad, el propio término ¨ciclo de la lucha de clases¨ es
problemático, porque si bien en el lenguaje político cotidiano
se reconocen estas etapas ( ¨la clase obrera están en reflujo¨
o ¨en ascenso¨), la palabra ciclo -a diferencia de fase-
sugiere la mecánica analogía con las fluctuaciones económicas,
que Mandel tanto objetaba. Esta confusión no anula su acierto
de conceptualizar porqué en la fase de agotamiento de la onda
ascendente y durante el inicio del giro descendente se procesan
conflictos centrales de la confrontación clasista.
En
su esquema existe, sin embargo, un punto oscuro en la causa de
la temporalidad de las ondas, que no parece resuelto con el
concepto de ¨ciclo de la lucha de clases¨. Arturo Guillen
Romo47 señala esta dificultad, cuando afirma que si
acontecimientos ¨exógenos¨ tan inciertos como el resultado de
la lucha de clases determinan el inicio de fases expansivas: ¿Cúal
es la razón de la pendularidad del fenómeno ?¿ Cómo se
entiende su relativa regularidad en la historia del capitalismo
?
Mandel
avanzó en plantear el problema y en abrir una fecunda linea de
investigación para estudiarlo, aunque no logró resolverlo. Su
punto fuerte es la explicación de cómo ciertas fases de la
lucha de clases se combinan con tendencias económicas objetivas
para desencadenar ondas ascendentes. Pero su punto debil radica
en la insuficiente demostración de la lógica periódica de
este entrecruzamiento.
Una
teoría de las revoluciones tecnológicas
La
teoría de Mandel incluye una concepción de las revoluciones
tecnológicas, aunque sin aceptar la interpretación
schumpeteriana de las ondas largas. Este último enfoque48
atribuye la aparición de largos períodos de prosperidad al
surgimiento de cambios tecnológicos radicales y explica las
fases depresivas por la absorción económica de las nuevas
tecnologías y la preparación de la próxima oleada. Estima que
el período de amortización de las innovaciones radicales
determina la duración y la sucesión regular de los ciclos
Kondratieff. Partiendo de esta caracterización se han
desarrollado notables investigaciones empíricas para demostrar
la coincidencia de las bandadas periódicas de innovaciones con
etapas de crecimiento prolongado49.
Mandel
acepta esta correlación, pero considera que las oleadas no se
explican por el cambio tecnológico sino por el comportamiento
de la tasa de ganancia de largo plazo. Esta variable asciende en
los períodos de prosperidad hasta el momento de la crisis,
induciendo la renovación de la maquinaria obsoleta mediante el
uso de los capitales sobreacumulados y no invertidos en la fase
precedente. Lo que Mandel rechaza son las conclusiones ¨tecnodeterministas
¨ de los autores schumpeterianos, que diagnostican una
inexorable sucesión de ondas largas, mecánicamente inducidas
por el reemplazo de tecnologías obsoletas. Su énfasis en el
condicionamiento ¨exógeno¨ de las ondas es antagónico con la
identificación de estas fases con simples extensiones de los
ciclos cortos (Kitchen) o medios (Juglar).
Kleincknecht50
polemiza con Mandel, afirmando que los capitalistas no innovan
cuando se eleva la tasa de ganancia, sino por el contrario, en
los momentos en que la retracción del beneficio los obliga a
contrarrestar las pérdidas con el uso de nuevas tecnologías.
Por eso considera que la innovación comienza en las actividades
experimentales y en pequeñas series de altos costos. Pero
Mandel no objeta que las innovaciones puedan originarse en una
reacción capitalista frente a menores rendimientos, sino que
destaca correctamente que la difusión de las nuevas tecnologías
se concreta cuando esta tendencia se ha revertido.
Mandel
aclaró de forma contundente su discrepancia conceptual con el
¨tecnologismo¨, pero su teoría de las revoluciones tecnológicas
es en cierta medida deudora del schumpeterianismo. En primer
lugar porque suscribe la tesis del carácter discontinuo del
proceso innovador, que los partidarios de esta escuela defienden
frente a la concepción gradualista. Este enfoque rechaza tanto
la distinción entre innovaciones básicas y radicales, como la
propia existencia de revoluciones tecnológicas y evalúa que
las ondas largas constituyen ¨meros accidentes históricos¨51.
Aunque Mandel no intervino explícitamente en este debate, su
teoría se ubica en el campo de los defensores de las ´bandadas
innovadores¨, frente a quienes destacan que los cambios tecnológicas
han seguido históricamente un patrón acumulativo de
trayectorias dispares y variaciones azarosas52 .
En
segundo lugar, la periodización que presenta Mandel de las
revoluciones tecnológicas es muy semejante al esquema de
Ch.Freeman. Subdivide a la primera en dos fases -1800-47 en
torno a la máquina de vapor y 1847-90 en base al motor
fabricado mecánicamente- situá a la segunda (1890-1940) en
función de la electricidad y analiza la tercera (1940-70 en
relación al impacto general de la economía armamentista,
especialmente en la energía nuclear. Su aporte original en este
plano fue asociar cada uno de estos episodios con cambios en las
modalidades de transferencia de la plusvalía, desde el sector
de bienes de capital a bienes de consumo durante la primera
revolución tecnológica, en el sentido opuesto durante la
segunda y desde empresas de baja a alta automatización durante
la tercera.
Con
este análisis buscó demostrar que la aparición y extinción
de las ¨rentas tecnológicas¨ se vincula con formas cambiantes
de apropiación de la plusvalía. Algunos comentaristas52 opinan
que sobrevaloró el papel de la energía en desmedro de las máquinas
herramientas, al caracterizar la singularidad de cada revolución.
Ese señalamiento parece acertado, por lo menos en relación a
su exagerada ponderación del rol de la energía nuclear durante
la posguerra.
Pero
un aporte indudable de Mandel fue su pionera atención a la
función reorganizadora del proceso de trabajo que cumplen las
revoluciones tecnológicas. Del intenso debate que existe entre
los expertos sobre la fase de aparición de las innovaciones
radicales -prosperidad para Ch. Freeman53 y depresión para
Mensch54 -y en torno a la forma en que se combinan las
innovaciones de producto y proceso en cada onda larga55, Mandel
retuvo un aspecto de especial interés político-social. Estudió
cómo los capitalistas aprovechan los períodos depresivos de
aumento de la desocupación para generalizar la instauración de
normas ¨racionalizadoras¨ de la actividad laboral
(generalización del taylorismo en 1914-40, ¨desregulación
laboral¨ en las ùltimas dos décadas). Coombs56 opina que bajo
la influencia de Braverman, Mandel incorporó esta problemática
del proceso de trabajo en su esquema, que inicialmente estaba más
centrado en la temática schumpeteriana de la innovación.
Si
esta influencia reforzó su atención en el proceso de trabajo,
la caracterización de Lange de la revolución industrial cómo
un acontecimiento histórico único, lo llevó a corregir la
denominación inicial de ¨nueva revolución industrial ¨ por
el adecuado término de revoluciones tecnológicas. En este
terreno, Mandel se diferenció nítidamente del plantéo de la
¨revolución científico-técnica¨, postulada por los teóricos
del ¨ex bloque socialista¨57 .
Distinguió
implícitamente entre revoluciones científicas -descubrimientos
claves reconocidos por la comunidad científica- de revoluciones
tecnológicas -innovaciones radicales que impactan en el
conjunto de la actividad productiva. Y tuvo en cuenta esta
diferenciación para caracterizar que la ciencia está sometida
en el capitalismo al filtro de la rentabilidad y no opera como
una ¨fuerza productiva autónoma¨ y rectora de la ¨civilización
actual¨, como planteaban los teóricos pro-soviéticos.
Partiendo de esta comprensión, Mandel destacó correctamente
que las ondas largas están vinculadas a las revoluciones tecnológicas
y no a los ¨ciclos del conocimiento científico¨ teorizados
por esos autores.
La
crítica al estancacionismo
Con
su teoría de las ondas largas, Mandel se apartó de la tradición
dogmática de repetir conceptos de marxistas ordodoxos como si
fueran sentencias bíblicas. Esta postura lo indujo a replantear
críticamente la tesis de la ¨declinación histórica del
capitalismo¨ de Lenin y del ¨estancamiento de las fuerzas
productivas¨ de Trotsky.
Mandel59
acepta que la etapa progresiva del capitalismo concluyó en
1914, pero únicamente en el sentido de una creciente
preeminencia posterior de los aspectos más negativos de este
sistema. Este predominio no implica estancamiento económico, ni
descomposición del capitalismo de forma semejante al padecido,
por ejemplo, por el modo de producción esclavista. Destaca que
la guerra, los genocidios, la explotación se multiplicaron en
el siglo XX, socavando los pilares del progreso de la civilización.
Pero considera que estas tendencias no eliminan el sustento
objetivo del capitalismo en el crecimiento, la competencia y la
innovación. Por esta razón este sistema económico no puede
detener, regular, ni tampoco atemperar las crisis de
sobreproducción.
Mandel
explicó mediante las ondas largas cómo una nueva etapa histórica
del capitalismo había irrumpido en el mismo siglo de la
proclamada ¨fase final y agónica¨ de este régimen social.
Frente a este hecho, reformuló la definición de ¨etapa
declinante¨ identíficándola con la pérdida de fuerzas espontáneas
de este sistema y con el creciente auxilio extra-económico a la
continuidad del proceso de acumulación. Por eso asignó tanta
importancia al ¨shock exógeno¨ en el inicio de una onda
expansiva. Es sorpredente que a pesar de esta caracterización,
algunos autores60 acusen a Mandel de ¨economicismo¨ y ¨subestimación
de la política¨.
La
teoría de las ondas largas fue caratulada de ¨pro-capitalista¨
en la prensa de varios partidos trotskistas, que le dirigieron
críticas bastante semejantes a las planteadas en los años 30
contra Kondratieff en la ex URSS. Este cuestionamiento
generalmente desconoció que las tesis de Mandel se oponen explícitamente
a la interpretación de las ondas largas como etapas de recreación
eterna del capital. Sus críticos continuaron destacando que la
¨decadencia¨, el ¨parasitismo¨ y el ¨rentismo financiero¨
impedían el desarrollo de una tercer etapa del capitalismo, cómo
si la historia hubiera predeterminado que este régimen social
debía atravesar sólo por dos fases delimitadas por el año
1914. Los objetores también eludieron caracterizar el
significado de los todos los indicadores de posguerra de
incremento de la productividad, mejora del salario real y
expansión de los mercados.
Mandel61
polemizó especialmente en los años 70 contra la tesis
expuestas por el dirigente trotskista Lambert y desarrolladas
por el teórico Fourgueyrollas62. Este último enfoque
invalidaba la existencia de ondas largas ascendentes contemporáneas,
argumentando que en el siglo XX las ¨fuerzas productivas
cesaron de crecer¨. Pero como cualquier evidencia económica
refutaba esta afirmación, sustituyeron la caracterización
objetiva de las fuerzas productivas por una definición romántica
del ¨desarrollo del hombre en tanto fuerza productiva por
excelencia¨. En lugar de analizar las fuerzas productivas
sociales en sus componentes humanos (potencialidad del trabajo
materializada en la capacitación laboral de los asalariados) y
materiales (instrumentos de trabajo) describían cómo el
desenvolvimiento del ser humano se ha frustrado en las ùltimas
décadas. Este argumento se desvaneció al poco tiempo, porque
las observaciones casi religiosas sobre el grado de realización
o desgrarramiento del hombre, no tienen ninguna relación con el
análisis objetivo de una etapa del capitalismo.
Algunos
resabios de esta argumentación contra las ondas largas perdura
actualmente, aunque sin la anterior justificación ¨en la
opresión del hombre¨. Este insostenible enfoque ha sido
sometido a una revisión excelente y a una crítica demoledora
por parte de otros analistas64. Aunque en este caso cabe
recordar, que con todas sus insuficiencias la teoría de las
ondas largas le permitió a Mandel anticiparse en varias décadas
a este acertado balance, subrayando las distorsiones del
razonamiento estancacionista.
Determinismo
histórico-social
Mandel
elaboró su teoría de las ondas largas aplicando un tipo de
determinismo histórico-social basado en el materialismo histórico.
El
criterio ¨endógeno-exógeno¨ que propuso para esquematizar
estas fases expresa acabadamente esta metodología. Tomó el término
¨exógeno¨ de la teoría convencional del ciclo, que asocia
este concepto con el impacto de factores extraeconómicos (como
el clima, la psicología de los agentes o las expectativas)
sobre las etapas de auge y prosperidad de corto plazo65. Pero
aclaró66 que su caracterización se inspiró conceptualmente en
la tesis del ¨shock sistémico¨ de Forrester67.
Mandel
re-elaboró esas nociones dentro de su modelo de leyes del
capital operando en el largo plazo en combinación con variables
parcialmente autónomas. Esta mixtura es su principal aporte
metodológico, ya que plantéa concebir la reproducción
capitalista como una síntesis de tendencias que determinan
cierta dirección y velocidad del proceso de acumulación, en
función de impactos políticos, sociales e históricos
cruciales. Considera que este proceso contradictorio e inestable
está socavado por los desequilibrios intrínsecos del
capitalismo y está sujeto, además, a una desincronización
temporal que Bensaid45 ha bautizado ¨la disonancia del tiempo¨.
Esta
forma de análisis es diametralmente opuesta al determinismo
naturalista de los críticos neoclásicos, que desacreditan la
teoría de las ondas largas presentándola como una ¨elucubración
de ciencia ficción¨ y afirmando que ¨el ciclo está científicamente
comprobado, mientras que las ondas largas son pura especulación¨68.
Acostumbrados a abordar el problema del ciclo en el horizonte
del corto plazo y con la metodología walrasiana del equilibrio,
los economistas marginalistas son incapaces de entender la
periodización histórica de un sistema que consideran natural y
eterno.
El
transfondo metodológico de la objeción neoclásica es la
concepción fisicalista del equilibrio. Con este fundamento
Avramov69 opina que la teoría del ciclo inspiró - durante todo
el siglo XX- un sólido programa de estudios econométricos y
fructíferas orientaciones de política económica, mientras por
las ondas largas ni siquiera lograron ¨estabilidad epistemológica¨
o consistencia empírica.
Pero
lo que este crítico no logra distinguir es el cariz
principalmente económico del ciclo e histórico de la onda,
porque en su concepción el capitalismo es un sistema sujeto a
los vaivenes naturales de la euforia y la depresión de los
negocios y no un modo de producción históricamente transitorio
y por esta razón, delimitado en etapas de funcionamiento muy
diferentes.
Al
ignorar las ondas largas, la visión neoclásica no puede
comprender los cambios de modalidades del ciclo en cada fase del
capitalismo. En primer lugar, porque razonan siguiendo la metáfora
walrasiana del lago, que compara las fluctuaciones de corto
plazo con transitorios vientos perturbadores de la tranquilidad
natural de la economía. En segundo término, porque suscriben
el enfoque de la síntesis neoclásico-keynesiana de posguerra,
que identificó a los ciclos con impactos exteriores sobre una
estructura estable que se balancéa pendularmente (¨rocking
horse¨) absorbiendo estos efectos. Louca70 explica de manera
contundente porqué esta concepción mecánica -que se basa en
la extrapolación de los conceptos ingenieriles de fuerzas
impulsoras y mecanismos del propagación al análisis económico-
no permitió avanzar en la comprensión del ciclo y es
inservible para el estudio de las etapas del capitalismo.
Pero
el mayor problema radica en que esta teoría es la referencia
conceptual de las distinitas mediciones que se han hecho para
demostrar o refutar empíricamete la existencia de las ondas
largas.Y aquí aparece otra diferencia central con el enfoque de
Mandel, que no participó en la discusión empírica
-actualmente irresuelta- del problema, sino que enfatizó el carácter
histórico de estos acontecimientos.
Mandel
plantéa la necesidad de recurrir a un amplio márgen de
flexibilidad para la periodización exacta de las fases, en
oposición a los investigadores instrumentalistas que buscan sólamente
corroborar o refutar la existencia de las ondas. Esta inclinación
empirista se observa, por ejemplo, entre los autores que
intentan correlacionar las ondas largas con fases de novedad,
maduración y standarización del ¨ciclo de vida de los
productos¨ (Glubler y Nakiceovic71 para el transporte, la energía
y la producción de acero, Brooks72 para ¨curvas S¨ de otros
productos).
Mandel
apunta a demostrar la coherencia de las ondas con la
especificidad histórica del capitalismo y por eso se diferencia
de investigadores como Goldstein73, que sitúan el centro de
esta problemática en la corroboración empírica. El teórico
marxista se limitó a puntualizar que las variables de la
producción debían priorizarse en el cálculo, pero no participó
en la controversia sobre cual es el método econométrico más
adecuado (descomposición clásica de series de tiempo,
espectral, filter design) para estimar las ondas74.
Al
jerarquizar la dimensión cualitativa del problema, Mandel se
mantuvo fiel al programa político-social inicial de estudios de
estos procesos. Aplicó un ¨método histórico, que
acertadamente Louca75 diferencia del ¨metodo econométrico¨,
porque este último procedimiento exige un tipo de estabilidad
de los datos estructurales que resulta inviable para el análisis
de las ondas largas.
Louca
considera, además, que el ¨determinismo paramétrico con
variables semiautónomas ¨ utilizado por Mandel presenta dos méritos
metodológicos: es opuesto al fatalismo mecanicista del marxismo
de la II Internacional y asimila toda la tradición heterodoxa
de incluir variables cualitativas (como la expectativa
keynesiana o la innovación schumpeteriana) en el análisis económico.
Esta evaluación es apropiada, aunque es más correcto
caracterizar que la óptica de Mandel se asemeja al nuevo
materialismo histórico (desarrollado entre otros por Perry
Anderson) y que expuso con nitidez en sus ensayos propiamente
historiográficos76 .
Su
modalidad de aplicación del determinismo histórico-social es
no sólo opuesta al hiperdeterminismo walrasiano y endogenista,
sino también al indeterminismo heteroxodo que se basa en
cuestionar la existencia de leyes del capital. Tanto los autores
keynesianos - que jerarquizan el análisis de las expectativas
de corto plazo- como los evolucionistas -que describen la
interacción entre individuos y su medio ambiente- no prestan
gran atención a las fases de crecimiento o decrecimiento de
largo plazo, porque rechazan la caracterización marxista de un
cierto devenir del proceso de acumulación capitalista. Este
desinterés desemboca en hostilidad abierta, cuando se
caracteriza a las tesis de las ondas largas como un ejemplo
consumado del ¨teleologismo marxista¨.
Pero
esta crítica resulta inaplicable a Mandel, que se ubicó en las
antípodas de cualquier fatalismo al insistir en la gravitación
de las ¨variables autónomas¨. El teórico marxista precisó
también cuales son las leyes rectoras de la reproducción y de
la crisis del capitalismo y demostró asi contra la heterodoxia,
porqué el rumbo del capitalismo no es puramente contingente,
azaroso ni imprevisible.
La
importancia actual de la teoría
Es
evidente que la teoría de las ondas largas es una gran
referencia para todos los estudiosos interesados en evalùar la
hipótesis de una cuarta fase del capitalismo al comienzo del
nuevo siglo. La teoría binda el marco analítico para formular
este diagnóstico y la interpretación de Mandel define cuales
son los elementos a tomar en cuenta para esta caracterización.
Pero frente a este problema el propio juicio de Mandel parece
insuficiente por dos razones: han pasado siete años muy ricos
en acontecimientos cruciales desde el estudio que realizó antes
de morir y además, su última reflexión presenta varios
inconvenientes.
Mandel6
rechazó tajantemente la idea de una nueva fase ascendente
insistiendo en la continuidad de todos los aspectos que
caracterizaron a la crisis iniciada a mitad de los 70: declinación
de la tasa de ganancia de largo plazo, estrechamiento de los
mercados, indefinición en el liderzgo mundial y descontol
financiero. Pero enfatizaba dos elementos centrales: el ¨empate¨
social de la clase obrera y la burguesía y las grandes
limitaciones del proceso de restauración capitalista en Rusia,
China y Europa Oriental. Reconoció77 que se estaban procesando
transformaciones de gran envergadura -como la privatización de
la emisión monetaria y un gran avance en la internacionalización
de la economía- pero opinaba que estos cambios tenían un
efecto agravante de la crisis. Consideraba, además, que el peso
social creciente de la clase trabajadora obstruía sensiblemente
la posibilidad de una nueva etapa del capitalismo.
Pero
este diagnósico no se puede mantener invariable ante a los
cambios vertiginosos que se están produciendo en la escena
internacional. Si al comienzo de los 90 estas transformaciones sólo
eran perceptibles, al finalizar este decenio se han tornado muy
evidentes. Continuar afirmando que ¨perdura la onda larga
decreciente¨ sin considerar estas modificaciones conduce a
congelar e inutilizar el modelo analítico de Mandel. La
utilidad de este esquema radica en su oposición a la tesis
catastrofista de una ¨crisis interminable de pudrimiento
prolongado del capitalismo¨(que de hecho parece dominar entre
la mayoría de los economistas marxistas y en gran parte de la
heterodoxia) y al plantéo opuesto de reversión automática de
la crisis (que defienden los neoliberales).
Esta
falsa polaridad puede superarse siguiendo tres sugerencias
metodológicas.
Primero
evitar razonar por mera oposición (¨si la derecha dice que
concluyó la crisis, nosotros repetimos que subsiste¨), segundo
recordar que una onda larga ascendente no es inexorable (como
estiman los schumpeterianos que diagnostican desde años la
existencia de un 5to ciclo Kondratieff), pero tampo es
imposible. Finalmente, hay que apartarse del modelo omnipresente
de la posguerra y estudiar otros períodos más fértiles para
interpretar para la situación actual, como por ejemplo la etapa
de 1890 a 1914.
En
varios textos que presentaremos próximamente ilustraremos
cuales son los aspectos de reorganización que están
modificando el funcionamiento general del capitalismo y que
delinean una nueva etapa, aún embrionaria y coexistente con la
crisis de la fase anterior. Estos elementos pueden resumirse de
manerar telegráfica y encajada con el esquema de Mandel en los
siguientes rasgos.
En
primer lugar, la gran ofensiva del capital sobre el trabajo ha
modificado drásticamente la relación de fuerzas con los
trabajadores. Persiste un retroceso, que no es irreversible ni
satisface las exigencias de valorización del capital, pero que
ha creado un paisaje muy regresivo del trabajo en el plano
social a partir de la expansión del desempleo, la pobreza y la
precarización laboral. Este cambio tiene un impacto tan
importante, cómo la ¨crisis del proyecto socialista¨ sobre el
nivel de conciencia de los trabajadores.
En
segundo término se está registrando una gran expansión del
capitalismo en el plano geográfico -con la penetración masiva
en los ¨ex países socialistas- y también en la esfera
sectorial, con la generalización de las privatizaciones y la
mercantilización de la salud, la educación y la cultura.
Existe un salto cualitativo en la mundialización, específicamente
basado en la internacionalización productiva que comandan las
¨empresas transnacionales¨ y esta transformación modifica la
acción de la ley del valor en varios planos.
En
tercer lugar una nueva revolución tecnológica, basada en la
difusión de la microelectrónica y las nuevas tecnologías de
la información, se está desenvolviendo aceleradamente con
creciente incidencia en la productividad y la organización del
trabajo.
El
imperialismo norteamericano ha logrado una recuperación hegemónica
no sólo en su liderazgo político-militar, sino también en el
campo económico. La desregulación financiera expresa y acentùa
las grandes transformaciones en curso en la esfera productiva.
En
cuarto término es indiscutible la recuperación de la tasa de
ganancia de corto plazo, aunque no parece resuelta la crisis de
valorización por la limitada depuración de capitales
obsoletos, que son rescatados mediante auxilios estatales ante
cada amenaza seria de crack bancario. La crisis de realización
ha pasado a primer plano como resultado de la contracción de la
demanda solvente, a su vez derivada de la sucesión de ¨ajustes´
neoliberales y de la gran polarización de ingresos a nivel
mundial. La funciones garantes de la acumulación por parte del
estado ocupan un papel primordial, deteriorando la legitimidad
política de la dominación capitalista.
La
teoría de las ondas largas permite orientar el análisis de
estas transformaciones, que delinean una nueva etapa en
condiciones de crisis no completamente zanjada y con modalidades
de crecimiento muy novedosas. Mandel no llegó a estudiar estos
cambios y en cierta medida se resistió a abordarlos, pero
desarrrolló la concepción más adecuada para llevar adelante
este desafío intelectual.
Un
teórico del marxismo militante
La
teoría de las ondas largas forma parte de la excepcional
producción teórica que desarrolló Mandel. En esta concepción
están presentes todos los rasgos de su marxismo simultáneamente
ortodoxo y abierto, tan elogiado por varios comentaristas78. En
su enfoque de las ondas largas aparece su peculiar fusión del
corpus tradicional del marxismo con los principales aportes de
las ciencias sociales contemporáneas, el rechazo de la
simplificación vulgar y del dogmatismo estéril y la búsqueda
de una explicación totalizadora del funcionamiento de la
sociedad contemporánea. Este abordaje multidimensional lo
convirtió en una referencia obligada de todos los marxistas
contemporáneos.
Su
concepción de las fases del capitalismo resume también otro
rasgo general de su pensamiento: el ensamble de la teoría con
la práctica política socialista. Cómo destacan los reseñadores
de su intensa vida79, Mandel fue un teórico del marxismo
militante. Cada página que escribió estuvo conectada con su
batalla de revolucionario por construir una sociedad emancipada
de la explotación. Gran parte de sus admiradores y críticos
estiman que el motor de este compromiso fue un desmesurado ¨optimismo¨.
Y se podría atribuir a este rasgo su resistencia a considerar
la eventualidad de otra fase ascendente del capitalismo. Sin
embargo, si se contextualizan sus caracterizaciones -comparándolas
especialmente con los planteos de otros marxistas de su generación-
sus análisis no padecen de falta de realismo, dentro del márgen
de errores que inevitablemente conlleva la acción política.
El
optimismo de Mandel expresó su convicción en el socialismo y
esta confianza es un componente central de este proyecto
emancipatorio. Actualizarlo requiere clarificar la etapa actual
del capitalismo y utilizar esta caracterización para renovar la
lucha en favor de una sociedad liberada de la miseria y de la
explotación.
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